El nombre de buey almizclero no le asienta en absoluto. No es buey; más bien seria pariente de los carneros o tal vez de los antílopes. Tampoco tiene glándulas almizcleras como lo esperaban los exploradores del siglo XVII. En aquella época el almizclé era la base para fijar los perfumes, y era muy buscado. El nombre que le dan los esquimales es más adecuado; lo llaman «barbudo».
El buey almizclero es un animal muy inteligente que casi a desaparecido por ser tan dócil. Para proteger las crías, la manada forma un círculo en derredor de ellas y ofrece un poderoso frente de cuernos por todas partes. Estos constituyen una formidable defensa contra los lobos, sus enemigos naturales. Pero para el hombre resultó fácil dar cuenta de ellos con toda clase de armas, desde flechas hasta rifles.
En la actualidad, mientras se alimenta con la escasa vegetación que crece en el Ártico, el buey almizclero puede ayudarle al hombre. Su lana se desprende en grandes trozos al comienzo del verano y es de muy buena calidad. No pierde su tersura cuando se la hierve y es muy fácil de teñir. Se los comenzó a criar en granjas, en el estado de Vermont, en Estados Unidos, y allí se descubrió que estos animales son mansos y se aficionan a los seres humanos. En cierta ocasión los bueyes almizcleros rodearon al dueño de la granja formando un círculo alrededor de él, para protegerlo, creyendo que los perros eran lobos.
Lo más fascinante para mi en cuanto al buey almizclero es el poderoso instinto de protección que los induce a rodear para proteger a los que saben que no pueden hacerlo por sí mismos. Hay muchas oportunidades en las que necesitamos que alguien más fuerte que nosotros nos proteja, y entonces podemos depender de los ángeles que nos rodean en forma muy parecida a cómo lo hacen los bueyes almizcleros con sus crías.
El ángel de Jehová acampa alrededor de los que te temen, y los defiende (Sal. 34:7).
Windows on God’s Word. Santiago A. Tucker. 1975.
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